Plaza de Getafe 1, Madrid

Pongamos las cosas en perspectiva: ser humilde no es fácil. Se nos olvida que como dice Eclesiastés 5,2: “Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras”. Este llamado a la prudencia nos baña en dosis de realidad y nos enseña que a veces debemos pensar más y pensar mejor antes de actuar.  Pensar más, por una parte, en Dios y cómo realmente se ha revelado a nosotros y pensar más acerca de nuestra posición limitada “sobre la tierra”.

Parece una idea obvia, pero a menudo le damos la vuelta y jugamos a ser Dios. Nos gusta entrar a opinar alegremente sobre la vida de los demás, juzgamos a base de prejuicios y hacemos daño, sin intención solemos pensar, pero lo hacemos. Y lo hacemos porque se nos olvida nuestro lugar terrenal que nos iguala a todos. Esto nos pasa, entre otras cosas, por falta de humildad o por falsa humildad, ya que ser humilde realmente no es tan sencillo.

En cambio, deberíamos pensar que, si Dios está en el cielo y eso representa su carácter soberano y lleno de poder, deberíamos vivir con mucho más respeto y humildad ante Él. Es Él el que está en el cielo. Es Dios quien puede derramar entonces desde las alturas la bendición sobre nosotros y no nosotros quienes otorgamos bendición a quienes nos caen bien. También es Dios quien juzga nuestras acciones. Y es Dios quien hace llover su amor en nuestro ser dando sentido a nuestra existencia, como recoge el libro del Koheleth. En consecuencia, si Dios se expresa con tanto amor desde el cielo, nosotros deberíamos aspirar a imitarle desde la tierra.

Por otra parte, debemos pensar mejor en cómo nos expresamos dada nuestra posición. Ya que si nuestras palabras deben ser pocas desde la tierra: ¿Cuáles deberían ser nuestras palabras preferidas? A los niños les decimos que se decanten por decir: “gracias” y “por favor”, buscando que traten bien a todas las personas. Eso es deseable y aplicable a todos en realidad. Es de esperar que nuestras palabras rebosen de amabilidad, siendo personas que saben escuchar. Porque cuanto menos hablamos más escuchamos y eso es un gran acto de humildad. Eso se puede lograr pensando más cariñosamente y pensando mejor con nuestras pocas palabras. Si lo hacemos las cosas se colocarán en su lugar. Recordemos en definitiva donde pisan nuestros pies y seguramente será algo más sencillo ser humildes.

Rubén Gramaje.

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